Señor Magistrado: No tuve el honor de ser su alumno en la Universidad Santo Tomás, y por ello no conocí de primera mano los principios que orientan su pensamiento jurídico al momento de impartir justicia. Pero me gradué en ese mismo claustro universitario donde usted y yo valoramos, de forma constante, que la justicia es el hábito de darle a cada cual lo suyo, según lo que se merezca.
Y es en razón de esta enseñanza que hoy me dirijo a usted no solo en defensa de un expediente judicial, sino en defensa de un hombre que clama la objetividad a la que tiene derecho.
Quienes me conocen saben que solo defiendo aquello en lo que tengo la convicción sincera de que merece ser defendido, razón por la cual apoyo la lucha que adelanta Luis Fernando, quien en su condición de ser humano y médico, jamás le ha hecho daño a los demás.
La condena que en esta etapa pesa sobre Luis Fernando Reyes Meza, se levantó sobre testimonios desestimados y sobre interpretaciones que vulneran el principio de congruencia procesal.
Defender a Reyes no es encubrir un delito: es recordar que en un Estado de derecho las condenas no pueden nacer del desequilibrio probatorio ni del sesgo personal de un juzgador. La apelación de este caso que reposa en su despacho, es el clamor de alguien que necesita que se escuche la verdad completa.
En sus manos se encuentra la vida y el honor de un ciudadano honesto, cuya trayectoria de servicio contrasta con la iniquidad de una sentencia que quebrantó indebidamente el orden legal, dado que la acusación de la Fiscalía se circunscribió a un hecho puntual ocurrido el 15 de octubre de 2015, pero el fallo terminó fundamentándose por hechos entre 2010 y 2016, nunca acusados formalmente ni sometidos a contradicción.
Una ruptura que vulneró el derecho al debido proceso y dejó al acusado en una absoluta indefensión. Una clara muestra de lo irracional de este proceso es el testimonio tomado a la hija, el cual fue recogido ocho años después de los hechos, cuando esa misma menor apenas tenía cuatro años para el momento en que se acusa su ocurrencia.
Y esta pequeña muestra de los errores contenidos en la sentencia de primera instancia, están precedidos por la historia personal de la denunciante, quien arrastra serios cuestionamientos de falsedad en documentos públicos y privados, hasta el punto de estar siendo investigada por presentar ante el Consejo Profesional de Administración de Empresas, diplomas y actas de grado falsas de la Universidad Jorge Tadeo Lozano para obtener indebidamente una tarjeta profesional, muy probablemente, con el fin de encubrir la mentira que ante la sociedad santandereana carga a cuestas desde hace más de 20 años.
El médico Reyes no pide compasión, solo pide que su proceso no sea un eco de falsos clamores emocionales, sino la voz firme de la imparcialidad.
Por eso, le pido que esta noche a las 8 sintonice el Canal TRO y vea, junto a todo el país, lo que muchos callaron: no las lágrimas falsas de la manipulación, sino la verdad desnuda y la dignidad de un hombre que jamás debió ser marcado por la mentira.
