Durante muchos años vimos al concejal Tito Alberto Rangel como escudero, amigo y socio político del exalcalde de Bucaramanga Jaime Andrés Beltrán. Pero esa relación —al menos por ahora— llegó a su fin.
El giro fue contundente. Rangel decidió respaldar al candidato a las elecciones atípicas Carlos Bueno, y el impacto fue doble: no solo actuó en coherencia con su partido Colombia Justa Libres, sino que lo hizo por decisión personal, enviando un mensaje claro a sus bases y a la opinión pública: a Beltrán ya no le creen ni quienes fueron sus aliados más cercanos. Un golpe anímico muy difícil de encajar en las toldas cristianas que buscan reelegirse.
A diferencia de lo que hoy están haciendo algunos concejales, que se esconden de la disciplina de sus propios partidos mientras apoyan por debajo de la mesa a quien les entregó la burocracia suficiente para sobrevivir, Tito Rangel tomó una decisión de frente, con valentía y coherencia. Dio un paso hacia la independencia política, salió de la sombra que durante años le dio Beltrán y comenzó a construir un camino propio.
Eso es mucho más digno que lo que hacen sus compañeros del cabildo, quienes recurriendo a maniobras vergonzosas, usan a sus hermanos, padres, esposas o fichas prestadas para simular neutralidad mientras juegan en doble agenda para terminar apoyando al petrismo que se esconde en una región que detesta de viva voz al gobierno nacional. Tal y como lo hizo el candidato Cristian Portilla, quien no ha querido dar explicaciones de su paso por el Gobierno de Petro en la Superintendencia de Vigilancia el 25 de Agosto del 2023.
